En las Caldas romanas de Dorres, un baño al aire libre se toma tanto en en verano como en en invierno. Un antiguo lavadero de granito, labrado en 1841 por el cantero Bonaventura Mitjaville quién vivía en la casa vecina, completa la piscina grande. También existen dos bañeras hechas en bloques de granito que, según dicen, datan de los Romanos pero más probablemente son de la Edad Media. La situación en una pendiente mirando al Sur ofrece una hermosa vista a la sierra. Ambas piscinas exteriores reciben el agua caliente (40 °C) de un manantial único. Este agua sulfurosa es muy parecida a la del balneario cercano Escaldes (tratamiento de pulmonía y respiración, recuperación y rehabilitación). Las Caldas abren todo el año menos algunos días en noviembre. Entrada en 2020: 5 €.
Saliendo de la casa rural Navarre, tras una caminada de 5 minutos, se llega a las caldas romanas de Dorres. Del manantial surge un agua termal famosa por aliviar afecciones cutáneas, artritis y problemas respiratorios. Los deportistas acuden, después de una caminada o una jornada de esquí, para resorber sus agujetas gozando de la vista a la sierra y del cantar de los pájaros. Hachas de piedra pulida encontradas en Dorres atestan que el sitio fué ocupado hace miles de años ¿Será que a los hombres prehistóricos les gustaba una baño calentito después de cazar los osos? En verano, la entrada a los baños también permite la visita del museo del granito donde uno puede enterarse de la historia de los canteros. También se exponen recuerdos y fotos del pasado y útiles para extraer y labrar la piedra. La relación de los canteros nace con Étienne Martí en 1802 pero es mayormente entre 1870 y 1920 que se nota el desarrollo económico de Cerdaña. El granito de Dorres fue utilizado en muchas construcciones como los puentes Séjourné y Gisclard (para el Tren Amarillo) la presa de la Bollosa, el túnel Puymorens, la basílica de Lourdes… Para aprovechar esta nueva oferta de labor, los albañiles de Dorres se volvieron canteros.